A la mayoría nos encanta oler bien y, a menos que suframos de alergias y nos molesten los olores fuertes, solemos tener un perfume al alcance para esos momentos en los que no queremos que nos delaten nuestros olores corporales.
En el antiguo Egipto, las mujeres no solo buscaban oler bien por fuera, sino también por dentro, así que no se conformaban con untar su cuerpo con aceites y bálsamos perfumados.
Una de sus obsesiones de belleza era que sus excreciones, fluidos y residuos metabólicos olieran bien. Para ello se bebían los perfumes con mucha frecuencia.